El Principessa Mafalda, otro Titanic.


El Principessa Mafalda en el puerto de Barcelona en el 1920.

A todos se nos ha quedado en la mente el archifamoso titanic pero hay otros transatlanticos que no se quedan muy atras,ni en cuanto a dimensiones ni en lujo ni como es en este caso, a la hora de su undimiento.
Pasemos a conocer un poco mas esta historia:



El 'Principessa Mafalda’. . Fue la gran nave de su tiempo, única capaz de unir Italia con Argentina en catorce días. Construido en 1908 y botado en Nápoles en abril de 1909, el 25 de octubre de 1927 cumplía su nonagésima travesía. Un año antes, Carlos Gardel había sido uno de sus ilustres pasajeros en un viaje a España.
El nombre se deve a la princesa Mafalda Maria Elisabetta di Savoia-Assia (Roma , novembre 1902-Buchenwald 28 agosto 1944), hija del Rey Víctor Manuel III y de la Reina Elena.
La podemos ver en la siguiente fotografía



llevaba 19 años uniendo las costas ligures con las platenses. Había sido botado en 1909 y –para la época- era un impresionante y majestuoso buque de 9.210 toneladas, que medía 485 pies de eslora y 55 de manga, destinado a cubrir la travesía Génova – Barcelona - Río de Janeiro – [Santos] - Montevideo - Buenos Aires"
Podía navegar a una velocidad de crucero de 18 nudos.
El 'Principessa Mafalda’ estaba por zarpar pese a que ..."su comandante, un rudo y conocedor hombre de mar, Simón Guli, no estaba de acuerdo con partir aquel 11 de octubre de 1927, en Génova. Las máquinas no respondían. Parecía una temeridad trasladar a las 1.261 personas que componían el pasaje y tripulación.
aunque las distintas fuentes difieren- eran en su mayoría emigrantes oriundos de la provincia de Macerata; poco más de 20 pasajeros viajaba a Río de Janeiro, otro centenar iba hacia Santos y la gran mayoría, hacia Buenos Aires.



El buque finalmente zarpó desde Génova en la noche del 11 de octubre de 1927. El entusiasmado pasaje ignoraba las vicisitudes que hubieron antes de la partida, porque sus máquinas estaban en malas condiciones, hecho que suscitaría luego un gran escándalo y señalaría a no pocos culpables. El rumor de que algo andaba mal en las entrañas del barco empezó a circular entre los pasajeros después de una semana de navegación; la intensa vida social que se desarrollaba a bordo, no dejó mucho tiempo para que alguien se detuviera a confirmarlo. Hizo escala en Barcelona (España), en Dakkar (Senegal) y en las islas Canarias.

En el siguiente folleto de la compañia del transatlantico se puede ver el lujo de sus instalaciones

Otra ilustración en donde podemos ver su esplendor:


El primer síntoma de la catástrofe llegó el día del naufragio (el barco debía encontrarse en Buenos Aires ese mismo 25 de octubre), unos minutos antes de las 17:00. Unos fuertes ruidos atronaron la nave, como si alguien la golpeara en algún lado con una maza gigantesca. Después, un ruido similar a una explosión interrumpió a los músicos de la orquesta y desparramó las piezas de ajedrez que tan hábil y prolijamente manejaba la campeona de a bordo, la señorita Basili. Desde la cubierta llegó el grito de un oficial: - ¡Pónganse los salvavidas! ¡A los botes! ¡Hay peligro de naufragio!.

El 'Alhena’

La guardia en el 'Alhena’. . El 1º oficial C. H. Bakker y el 4º oficial Guillermo Raadsen se encontraban en el puente de mando cubriendo el turno de las 16:00 a las 20:00. En esos momentos, los pasó a babor a una milla y media de distancia el 'Principessa Mafalda’. Escorado visiblemente a estribor, zigzagueaba más de la cuenta para un buque de ese porte, lo que provocó el siguiente comentario del capitán Smoolenaars: "¡Bueno, los pasajeros tendrán problemas con la comida!". Una hora más tarde, vieron que cambiaba su rumbo a babor a 90º y que perdía velocidad. El telegrafista se acercó al puente de mando con un telegrama de SOS emitido por el capitán del 'Principessa Mafalda’. Los barcos más cercanos al lugar de la tragedia cambiaron de curso.

"Eran las 18:00 cuando al 'P. Mafalda’ se le parte el árbol de la hélice izquierda. Las enormes palas continuaron el movimiento giratorio al desprenderse, chocaron con el casco y abrieron una profunda herida –un tajo- en la madera vencida y en las planchas metálicas, precipitando un diluvio que sería fatal. La alarma es general. Minutos más tarde, todo es confusión.


Los radiotelegrafistas italianos Luigi Reschia y Francesco Boldracchi desempeñaron una ardua labor, muriendo en cumplimiento de su deber.

Este fue el mensaje que recibieron el buque inglés 'Empire Star’ (Blue Star Lines), el francés 'Formose’ (Chargeurs Réunis), el holandés 'Alhena’ (Goudrian & Co’s Stoomvaart Maatschapij N.V.) y el argentino 'Mosela’ (Líneas Marítimas Argentinas).

- ¡Del 'Principessa Mafalda’ a todos: SOS...! ¡Del 'Principessa Mafalda’ a todos: SOS...! Estamos en peligro. Nuestra posición: 16º Lat S y 37º 51’ Long O. Vengan enseguida. Necesitamos asistencia.

Desde el Alhena el capitán holandés Smoolenaars envió un lacónico telegrama a Rotterdam: "Tengo una demora de seis horas por rescatar alrededor de quinientos pasajeros del 'Principessa Mafalda’. Estoy yendo a Río. Capitán".
Éste y Kuiper parten en un bote salvavidas y el otro bote queda sujeto a la borda con Sissingh, Guillermo Raadsen y Holtrop en él, con la idea de ponerse a la par del barco y así recoger a la gente del agua.
Algunos botes de salvamento se hundían por el peso excesivo causado por el gran número de náufragos o porque algunos saltaban desde la borda del buque directamente a su interior. En el barco italiano, el pánico desembocaba en una masacre. Algunos hombres, librados únicamente al instinto de conservación, hacían prevalecer su fuerza por sobre las mujeres y los niños. En medio del fragor sonaban disparos de armas de fuego: eran de los que preferían el suicidio a la agonía en el mar.

El gran problema eran los niños. No se podía correr el riesgo de hacerles abandonar la nave por la escalerilla, pues podían caer el mar o ser desplazados violentamente por los demás pasajeros. Entonces se decidió meterlos en grupos de a ocho o diez en las redes de carga, izarlos y hacerlos descender a los botes de emergencia. Apenas comenzada la operación, las madres de los pequeños se amotinaron y gritaron ante ese procedimiento que consideraron bárbaro, negándose a separarse de sus hijos. Los marineros intentaban salvarlos a pesar de la actitud de sus madres.
Los marinos holandeses regresaron a bordo y se presentaron ante el capitán Smoolenaars quien, firme en el puente de mando, le ordenó al 3º oficial continuar con la guardia. 'El viejo’ mantuvo a su lado a Raadsen durante toda la navegación; estuvo todo el tiempo solo con el timonel y no pudo dar un solo paso hacia el cuarto de rutas.

Fotografia para el recuerdo de pasajeros del Principessa:


A salvo en el 'Alhena’. . Poco después la cubierta se llenó de gente sollozando, que iba de un lado a otro buscando a sus seres queridos. En un rincón había un anciano con un niño en su regazo, después supieron que eran los únicos sobrevivientes de una familia muy numerosa.

El capitán Smoolenaars decidió navegar a unos 20 metros de distancia del 'Principessa Mafalda’, del lado más escorado. Navegaron lo más lento posible, durante una noche muy oscura. Cuando pasaron, los gritos cesaron y el silencio era total. El 'Principessa Mafalda’ no tenía luces encendidas y el 'Alhena’ carecía de reflectores. Los holandeses gritaban a la oscuridad "¡salten!", pero no obtuvieron respuesta.
Más tarde, el oficial que fue testigo del hundimiento contó que el buque se inclinó más aun y terminó hundiéndose de popa.
Un pasajero estuvo hasta el último momento en el puente del 'Principessa Mafalda’ acompañando al capitán Simón Guli. El capitán le dijo al pasajero que se salvara y éste le pregunto: "¿Y usted, capitán?". Su breve respuesta fue: "No, gracias. Mi lugar es éste". El 'Principessa Mafalda’ se hundía rápidamente, iluminado por los potentes reflectores de las otras naves que habían colaborado con el salvamento. En la proa apareció el capitán italiano vestido con su uniforme blanco. Se mantuvo erguido, sin duda amarrado para no caer y tener los brazos libres. Por un megáfono, alguien le dijo en italiano: "¡Arrójese al mar! ¡Lo salvaremos!".

El capitán hizo un ademán de negación. Estaba dispuesto a hundirse con su barco, según la tradición marina. El buque se sacudió violentamente. El capitán Simón Guli hizo sonar un silbato en señal de despedida, con un: "¡adiós y gracias!" y desapareció para siempre, saludando con un gorra blanca en la mano derecha.



Las víctimas. . Aunque nunca se conocieron las cifras exactas, se calcula que en el naufragio perecieron 386 personas (107 tripulantes y 338 pasajeros), de un total de 1255 que iban a bordo (968 pasajeros y 287 tripulantes). La mayoría de las muertes pudo ser ocasionada porque las personas se rehusaron a dejar el barco italiano, aun sabiendo del peligro que corrían. El temor a arrojarse al mar, por el motivo que fuere, determinó el destino trágico de muchos.

SI quieres saber mas, la historia con todo lujo de detalles la tienes aqui:
http://www.nuevamayoria.com/ES/INVESTIGACIONES/defensa/051026.html