Españoles en los campos de concentracion nazis:


No solo fueron los Judios personas de nuestra patria tambien vivieron ese horror:
"Al llegar a Mauthausen Frank Ziereis, el director del campo, nos dijo a todos los que estabamos allí que no saldriamos por la puerta, que saldriamos por la chimenea del crematorio"
Los españoles deportados fueron los primeros en llagar al campo de concentración. De hecho, podría decirse que ellos lo contruyeron. También fueron los primeros en sufrir las consecuencias de la ira de los nazis, en un momento en que ni los judios ni los rusos habían llegado todavía para ser objeto de su locura exterminadora. Era población civil, refugiados en estado puro, que serían considerados "apátridas" cuando Ramón Serrano Suñer, el ministro de exteriores de Franco, decidió desentenderse de ellos. Los documentos encontrados prueban que las autoridades nazis preguntaron a sus homólogos españoles que debían hacer con los recluidos. el gobierno de Franco nunca se molestó en ocuparse de este asunto, ni siquiera contestó.......
Acabada la Guerra Civil española, 24 de agosto de 1940 un tren con 927 refugiados españoles salía de la estación de Angulema, en la región francesa de la Charente. Las tropas alemanas de Hitler habían conseguido dividir en dos a Francia. Los refugiados creían que los llevaban a la zona no ocupada, pero pronto se dieron cuenta de que iban hacia el Norte. Cuatro días más tarde llegaron al pueblo de Mauthausen, en Austria.
Una vez que el convoy llegó a Mauthausen, los soldados alemanes obligaron a bajarse a los varones mayores de 13 años. Del tren bajaron 470 que fueron recluidas en el campo, de ellas murieron 409.

No les sonaba de nada el nombre de un campo de concentración que, en unos años, sería uno de los símbolos del holocausto y el exterminio. En aquel lugar se produjo una dramática separación: los soldados alemanes obligaron a apearse a los hombres, a partir de los 13 años de edad, sin importa que se tratara de ancianos o niños. Era el inicio de la tragedia.


470 personas quedaron prisioneras en el campo de Mauthausen. De éstas, el 87 por ciento murieron. Los 457 restantes, mujeres y niños pequeños, iniciaron un largo recorrido de vuelta. A la desesperación de ver como los hombres habían sido arrancados de sus brazos se añadía la incertidumbre de no conocer su destino final. La parada en un campo de concentración femenino- que podría haber sido Ravensbrück- hacía temer lo peor. Finalmente, y después de 18 días de viaje en condiciones infames, las mujeres y los niños fueron devueltos a la España de Franco, el lugar del que habían huido al acabar la Guerra Civil. Allí les espera prisión, persecución y la angustia de no poder saber de sus familiares dejados en Mauthausen.
Pero los que sobrevivieron no callaron. Los más jóvenes de este convoy formarían parte del comando de los "Poschacer"; piezas clave para sacar al exterior los clichés y fotografías de Francesc Boix, que fueron aportadas como pruebas fundamentales de las crueldades de los nazis en el juicio de Nuremberg.

Los pocos que se salvaron, no pudieron volver a la España de Franco o lo tuvieron que hacer callando. Tal vez en este silencio y en este olvido podemos encontrar una explicación en los brotes neonazi y fascistas cada día más frecuentes. A lo mejor, el hecho que no haya ningún monumento en homenaje a estos compatriotas nos tendría que hacer temer que se cumpla aquello que dice que quien no conoce su historia, corre el riesgo de repetirla
TESTIMONIOS

Jesús Tello: «Cuando te encerraban en el vagón del tren, ya perdías tu personalidad, ya no eras libre. Ya hacían de ti lo que les daba la gana, ya no tenías nombre, ya eras un número».

Luisa Ramos: «Yo creo que los franceses sabían dónde nos llevaban. Ellos eran responsables de nosotros desde el momento que nos acogieron en su país y dejaron que se nos llevaran como animales. ¡Por Dios bendito, que había muchos niños!. En el tren íbamos hacinados como bestias. Nos metieron en ese vagón y no podíamos salir ni para hacer las necesidades».

Felix Quesada: «Al llegar a Mauthausen, Frank Ziereis, el director del campo, nos dijo a todos los que estábamos allí que no saldríamos por la puerta, que saldríamos por la chimenea del crematorio».

Joaquim Valcells: «Cuando el tren se pone en marcha otra vez, abandonando a los hombres en Mauthausen, el clamor que hay de llantos y gritos es una cosa que no se puede describir. Cada vez que lo pienso, tiemblo».

Ramiro Santiesteban: «La cantera donde trabajábamos estaba en un agujero. Había un despeñadero que debía hacer más de 50 metros de alto. Los SS despeñaban presos por ahí. Cuando uno duerme en una barraca, como yo he dormido, enfrente del crematorio, y durante toda la noche ves salir las llamas por la chimenea, la moral está muy baja».

José Alcubierre: «¿Sabe usted lo que es acostarse con uno, estar hablando con él: "¡Ay, estoy cansado, tal y cual", y al día siguiente decirle: "¡Venga despierta!" y encontrarle muerto?».

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